La necesidad actual
del “No Mentir, No robar, No Ociosear”
HISTORIA Y EVOLUCIÓN
DEL AMA SUA
Por: Juan José Vega
Cualquier peruano apostaría su mano derecha a que el «ama sua, ama llulla, ama quella» fue
algo así como el decálogo aplicado por los Reyes Incas en el Imperio que
crearon, el cual se traduce como «no robes, no seas ocioso, no mientas».
Siempre sospechamos que el «Ama sua...» correspondía a la
Historia Oficial que para los Incas creó el indigenismo romántico; pues de
tratarse de un código jurídico tendría que haber sido mencionado por los
cronistas del siglo XVI. Pues no es así. Ni siquiera consta en los libros de
los nacidos en el Perú, los quechuas Guaman Poma y Sta. Cruz Pachacuti Yamqui;
o en los creados por los mestizos Garcilaso y Blas Valera. Tampoco existe
rastro alguno en las crónicas españolas, que suman más de un centenar.
¿Cómo nació el Ama
Sua?
Consideramos que bastante tiempo después; tal vez al
comentar los criollos indigenistas coloniales la índole honesta, bondadosa,
obediente y laboriosa que observaron en los quechuas y aimaras en el seno de
las haciendas que poseían o en las propias comunidades campesinas; es visible
en estos sectores dominantes una relativa simpatía y hasta admiración por la
obra autocrática cumplida por los reyes Incas. Pero sea como fuere, el primer
indicio en torno al supuesto código lo contemplamos en las páginas de M. L. de
Vidaurre (ese habilísimo oportunista que desertó de la revolución de los
Hermanos Angulo). Vidaurre, personaje de alta inteligencia, había radicado en
el Cuzco entre 1810 y 1814, vinculado, desde 1uego, al indigenismo criollo
local. Entre otras tradiciones que recogió del ambiente nos relata «su modo de
saludar era no robarás; se contestaba: no mentirás». No sabemos de dónde
extrajo esa ¿imaginativa? versión, que no consta en ningún otro sitio.
El gringo Miller
Y allí habría quedado el asunto hasta que intervino un
peruanista insigne que llegó a Mariscal, con sus veintitrés cicatrices. Nos
referimos a Guillermo Miller, prócer en su juventud de las guerras de la
Independencia y que en el Cuzco (en 1825 y 1835) se adentró en la cultura
incaica (aún más, él fue el primero de los estudiosos tupamaristas, y llegó a
traducir y publicar al inglés proclamas del gran caudillo andino). Pues bien, ese
inglés que aprendió algo de quechua, que mascaba coca y usaba poncho, se había
familiarizado con el mundo indígena al convertirse en jefe máximo de las
montoneras andinas antiespañolas durante la época de Simón Bolívar. De sus
estudios y quizás de su análisis del temperamento de los guerreros quechuas que
lo seguían extrajo quizás algunas conclusiones que habría de publicar en las
Memorias que dictó a su hermano:
«En la educación de los peruanos, el código mixto de
moralidad y legislación era tan simple como útil a la mayoría. Tres concisos
preceptos formaban la base de todo
el sistema: AMA SUA, AMA QUELLA, AMA LLULLA. No hurtarás, no mentirás, no
estarás ocioso. Sobre estos tres
principios cardinales estaba fundado el código de sus leyes.» (Memorias del
General Guillermo Miller. Tomo II, Capítulo XXVI, pág. 197).
Markham: al quechua
Una mayor difusión mundial del supuesto precepto educativo
la daría otro ilustre peruanista, inglés como Miller. Fue Clement Markham,
hombre que viajó extensamente por diversos lados del Perú y que aprendió
bellamente el quechua (el quechua de ese tiempo, infinitamente más rico que el
de ahora). En su famoso libro «Lima and Cuzco» (aún no traducido) que se editó
en Londres en 1856, se refirió a los mandamientos incaicos, pero considerando
ya cinco (tendencia numérica que se repetiría después). La versión es ésta:
I. Ama quellanquichu Thou shalt not be idle.
II. Ama llullanquichu Thou shalt not lie.
III. Ama suanquinchu Thou shalt not steal.
IV. Ama huachocchucanqui Thou shalt not commit adultery.
V. Ama huañu chinquichu Thou shalt not kill (p. 205).
Markham, como se aprecia, tradujo a la perfección las normas
al quechua (y por supuesto al inglés) y sumó dos: «no seas adúltero; no seas
asesino», y dio otro paso: convirtió los preceptos en «edicts of the Incas».
Pero sus escritos no gozaron de tanta lectura. En cambio, las Memorias de
Miller tuvieron amplia difusión en Europa; libro que constituye la mejor
versión de la Independencia del Perú, escrita por un actor y testigo de todos
los hechos. Llegarían así a muchos ámbitos académicos. Entre ellos, a los de
Cesare Cantu, famoso historiador italiano y autor de una Storia Universale, que
fue por años best seller en múltiples idiomas.
Este incluyó en esa vastísima Storia de varios tomos los
preceptos de Miller. No fue pues Cantu «el inventor de la manida fórmula de las
tres prohibiciones» como se ha sostenido hace poco.
Pero todo este proceso del Ama Sua se desenvolvía sólo en
esferas europeas, aunque parezca mentira (Miller, Markham, Cantu, etc.). Pero a
finales del siglo XIX un erudito quechua, nacido en Ayaviri, Gabino Pacheco
Zegarra, reiteró los tres principios
que Miller expusiera como base doctrinal del derecho consuetudinario incaico y
que luego Markham había traducido. Fue un gran avance.
El impulso que dio
Haya de la Torre
Todos los biógrafos de Haya coinciden en la decisiva
influencia indigenista en la formación de la doctrina del Apra. Su creador
bebió ese incaísmo o andinismo en su juventud primera. No solamente radicó un
tiempo en el Cuzco; también viajó por varias de sus provincias más remotas. En
los círculos universitarios cuzqueños aprendería en la lengua quechua el
trílogo del ama sua... Pero hasta
entonces esa frase no pasaba de ser tema de personas cultas.
El gran impulso para la difusión de la hoy célebre norma
recién lo daría Haya o el Apra en 1934. Por entonces este partido era —como
nadie lo duda— el mayoritario del país. El 6 de enero, en plena clandestinidad,
la Fracción Aprista Juvenil (FAJ) aprobó la consabida frase del «ama súa...»
colocándola como emblema bajo el signo: «Esta es tu ley». Con la vasta red
organizativa aprista, el mandato quechua se propagó extensamente, auspiciado
por las orientaciones indigenistas que preconizaba Haya en esos años. Y Luis
Alberto Sánchez, otro dirigente aprista, repitiendo al mentado Vidaurre, sin
más consulta, agregó que la frase era «un saludo». Tal cual se puede leer en su
Historia de América.
Para entonces, Haya había colocado el lema en el Plan
Económico, por lo menos en el impreso en octubre de 1945.
Luego el caudal de uso se multiplicó torrentosamente. La
frase ha sido aumentada y deformada en distintos modos a lo largo de este
siglo. Así, el arqueólogo indigenista Toribio Mejía Xesppe agregaba Ama Sipi,
Ama Maqlla: no seas asesino, ni afeminado (conforme lo recogió Federico
Kauffman). No sólo se trata de libros y de proclamas. También pasó a una plaza
del Cuzco actual, dio nombre a un Congreso Nacional de Folklore y hasta fue
lema del Congreso de Campesinos de La Paz en 1993 y de un candidato
presidencial en Ecuador.
Por cierto, la fórmula se ha mantenido como sacrosanta en
varios niveles académicos contemporáneos. Así, en el VII Congreso del Hombre y
la Cultura Andina (Huaraz, 1987), Lorgio Guibovich presentó una ponencia en
torno al «Ama Sua» bajo el nombre de «La Educación y la Moralidad en el Mundo
Andino», brindando, inclusive, una variante más, al sumar una regla: «Ama
mappa», seguramente recogida de tradiciones orales, significa «No seas sucio».
Desde luego, las escuelas y colegios han difundido todas las
supuestas normas incaicas del Ama Sua en las comunidades campesinas, a partir de
textos escolares de Historia del Perú.
¿Y la Antropología?
Pues nada. Ningún antropólogo ha encontrado esas pautas en los
más distantes ayllus de los Andes. Ni siquiera en K’eros, remoto paraje del
Cuzco, a donde concurrieron destacados antropólogos, como Efraín Morote Best,
Oscar Núñez del Prado, Josafat Roel y Demetrio Roca Wallparimachi, para
estudiar todas las formas de cultura viva en ese enclave quechua. Pero, eso sí,
en aquel pueblo (como en miles de otros núcleos agrarios populares) nadie
robaba (ni puertas había), nadie estaba ocioso y nadie mentía. En otras
palabras, no se requería un código. La costumbre hacía Ley.
Norma peruana
Ahora bien, en un país como el nuestro, donde existe tanto
ladrón de cuello y corbata que da el mal ejemplo; tanto ocioso también, que
vive del trabajo ajeno; y ahora último, tanto mentiroso, no va de más la
vigencia de los tres principios que el
Perú y los peruanos han elaborado poco a poco durante la Colonia y la República.
Porque en nuestro todavía desdichado
país «la mentira es una virtud política» (en varios círculos), como alguna vez
dijera aquel superentrevistador que es Mario Campos, refiriéndose sin duda a
criollazos, achorados y politicastros, que parecen ser congénitamente falsos.
(Publicado en el diario “La República”, pp. 38-39. Lima,
Perú, domingo 26 de marzo del 2000).